La lectura del libro de entrevistas de Tom DeFalco Comics Creators on Fantastic Four, que recoge entrevistas con una buena cantidad de guionistas y dibujantes que han participado en la serie, es un repaso a los momentos más gloriosos (y también los menos) de la colección, desde 1961 hasta 2005. Una de las ideas más evidentes que se desprenden de las palabras de los entrevistados es que Los 4 Fantásticos son Marvel. Bueno, podemos decir que “fueron” Marvel, porque ya no están ahí, al menos, no con una cabecera propia. Sabemos que tarde o temprano los desempolvarán, y la familia Richards volverá a intentar recuperar los esplendores perdidos. Pero, por ahora… ya no están.
En 1961, el número 1 de Fantastic Four lo cambió todo. De los locos tebeos de monstruos y
científicos chalados (una gran influencia en los primeros tiempos de la serie,
que luego derivaría hacia la ciencia ficción), Stan Lee y Jack
Kirby pasaron a los superhéroes, renovando
el género para siempre. Después vinieron todos los demás personajes bandera de
Marvel, pero Reed, Sue, Ben y Johnny fueron los primeros. A mediados de los sesenta, alcanzaban ambos autores un cénit de excelencia
difícil de igualar. La serie era literalmente el lugar donde nacía la
coherencia y la continuidad del universo Marvel, mes a mes. Los Inhumanos,
Pantera Negra, Galactus y Estela Plateada, los Kree, la Zona Negativa… y tantos
y tantos personajes e ideas.
Cuando la segunda generación de autores Marvel sustituyeron
a Stan y Jack (los Thomas, Conway, Wein, Buckler…), la serie comenzó a reflejar
nuevas ideas y maneras de pensar, como prácticamente todas las cabeceras
punteras de Marvel. Tensiones matrimoniales entre Reed y Sue (tan bien
reflejadas en la estupenda película La tormenta de hielo, de Ang Lee); la mayor
presencia de personajes femeninos (Thundra, Medusa, Crystal…) y la irrupción de
las minorías étnicas (personificadas en el siempre bienvenido Luke Cage)… Las
tintas de Joe Sinnott, presente en
practicamente todas las etapas de las primeras tres décadas de la serie,
mantenían el aspecto clásico de toda la vida sobre los lápices de John Romita,
John Buscema o Rich Buckler.
Tras una cierta decadencia y falta de ideas, llegaba la
segunda gran edad dorada de Marvel: la primera mitad de los ochenta. Y ahí, uno
de los jóvenes más osados, hambrientos y descarados de la nueva generación de
autores, John Byrne, daba nuevo lustre
a los viejos personajes a la manera más clásica. Los años de Byrne como autor
completo de la serie marcaron un nuevo pico de calidad difícil de igualar, para
muchos a la altura de los inmortales cien primeros capítulos de Lee y Kirby.
Después, la serie reflejaba la pérdida de impulso de Marvel
en la segunda mitad de los ochenta y toda la década posterior: Steve
Englehart hilaba una etapa llena de
sorpresas, algunas realmente extravagantes, que nunca fue del gusto de los
aficionados y que sufrió contínuas injerencias. Recogían el testigo un Walt
Simonson entonado, pero que tampoco
llegaba a la majestuosa calidad mostrada en sus años con Thor, y después Tom
DeFalco y Paul Ryan eran los encargados de continuar la serie, en unos años de historias entretenidísimas, aunque
también bastante locas (pero que eran de lo poco salvable del terrible páramo
de tebeos penosos de la Marvel de aquellos años).
Tras el exabrupto que supuso la ocurrencia de poner a la
“pandilla Image” al mando del universo Marvel por un año (en el caso de los 4F,
Jim Lee fue el encargado, casi fue el menor de los desaguisados perpetrados en ese fatídico año), Heroes
Return devolvía a los héroes a su aire más clásico. Chris
Claremont y Salvador Larroca mantenían el tipo mucho mejor que Carlos
Pacheco en su irregular etapa posterior,
plagada de problemas editoriales, y que podría haber sido mucho más importante de lo que
fue.
Mark Waid y Mike
Wieringo han sido los únicos autores en
darle verdadero lustre al cuarteto en el siglo XXI, tanto en la excelentes
historias como en los espléndidos dibujos del lamentablemente desaparecido
artista. Los chispazos de calidad de los años de la gran renovación de Marvel
(los primeros Ultimate FF, el 4,3,2,1 de Grant Morrison…) fueron solo eso, instantes. Solo Waid y Wieringo hicieron brillar a los 4 Fantásticos de nuevo.
Y llegó Civil War, y
desde entonces el cuarteto no se vio acompañado por la suerte.
Primero, las breves etapas de J. M. Straczynski primero, y la
pareja de Mark Millar y Bryan
Hitch después, no conseguían grandes
resultados. Llegaba después Jonathan Hickman con sus intrincados laberintos cósmicos (en una
historia-río que luego siguió desarrollando hasta la extenuación en Los
Vengadores y que desembocó en la anodina Secret Wars II), y despúes un desmotivado Matt Fraction.
Ninguno de ellos conseguía hacerse con los personajes, y la serie fue
languideciendo hasta ser cancelada.
¿Volverán Reed, Sue, Ben y Johnny a formar el equipo más
clásico de aventureros de Marvel? Esperemos que sí. ¿Volverán a ser el tebeo
Marvel “que había que leer”, como lo fueron en tantas etapas? Es difícil
saberlo. Quizá. Pero hará falta alguien con el impulso, las ganas, la imaginación
y el empuje de los grandes para conseguirlo.
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