Verdaderamente, James Gunn ha logrado una receta infalible a
la que se ha mantenido fiel y que le ha vuelto a funcionar. Esa mezcla de
aventura y humor descacharrante que utilizó en su entrada en el universo
fílmico Marvel, y que despliega de nuevo en la segunda entrega de las aventuras
de StarLord, Rocket y compañía, no ha perdido frescura, y eso no es decir poco,
dado que la sorpresa de la primera película es irrepetible.
Ahora, Gunn se zambulle en el mundo cósmico de Marvel, y
cómo. Nombres como Ego el Planeta viviente, Mantis, Contraxia o Stakar (y otros…)
tocarán claramente la fibra sensible del fan, pero el profano tiene alicientes
de sobra con el protagnismo del hilarante Groot bebé (esa escena de apertura…),
la tensión entre StarLord y Gamora, el una vez más descacharrante Drax (la gran
sorpresa de la saga sigue siendo la vis cómica del grandullón Dave Bautista) y
tantos otros detalles.
Viejos conocidos como Nébula o el impagable Yondu encarnado
por Michael Rooker regresan también a la función, que se enriquece con nuevos
personajes, desarrollo de los antiguos y un ritmo estupendamente bien llevado
que hace que la película no frene en ningún momento.
Gunn mezcla aventuras al estilo más clásico (como todo lo
que rodea a Yondu y los Saqueadores) y escala cósmica (un planeta viviente,
¡toma ya!). Saga cósmica y comedia loca se dan la mano con escenas de acción
soberbias (por ejemplo, la “reunión familiar” entre Nébula y Gamora) y momentos
“amamos los años ochenta” como la presencia de algún que otro maduro ídolo de
la década en distintos momentos del reparto. De nuevo, la banda sonora vuelve a
ser un elemento capital en la capacidad del film de encantar y divertir a la
vez, de ponerse serio y trascendental y a la vez volverse completamente loco
sin solución de continuidad.
Vamos, que no inventamos nada, ni falta que nos hace, dirían
Gunn y los suyos. Qué razón tienen. Ah, una vez más: quédate hasta el final, en
serio.Y no le cuentes a la gente las sorpresas...
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