"You're going to need a bigger boat."

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domingo, 29 de junio de 2008

Mis películas favoritas: LA NOVIA DE FRANKENSTEIN


Soy un gran fan de las películas de terror clásicas de la Universal. Pese a que algunas de ellas, hoy en día, parecen, como mínimo, algo pasadas de moda (la exagerada interpretación de Bela Lugosi como Drácula, los risibles murciélagos de goma colgados de hilos... cosas así), siguen siendo divertidas, y algunas de ellas siguen brillando hoy como si fueran nuevas. Es el caso de la maravillosa Bride Of Frankenstein, de James Whale (secuela de la estupenda Frankenstein, también dirigida por Whale) estrenada en 1935.
Al final de la primera película, la criatura (el inmortal Boris Karloff) del doctor Frankenstein (Colin Clive) era dada por muerta en el incendio del molino. La secuela arranca desde ese mismo momento. Descubrimos que el monstruo, lejos de estar muerto, sigue vivo (bueno, es un decir) y dando guerra. Pronto, sus caminos y los de su creador se cruzarán con los del siniestro y extravagante doctor Pretorius (Ernest Thesiger), quien pretende que el doctor le ayude en sus propios experimentos, también encaminados a la creación de vida. El propio monstruo, ahora más inteligente y peligroso, ayudará a Pretorius en sus propósitos, cuando éste le promete crear una compañera para él...
La película comienza con la propia Mary Shelley (interpretada por Elsa Lanchester, quien posteriormente también da vida a la Novia), conversando con Shelley y Lord Byron en la celebérrima noche de tormenta en la que nació la novela que la haría famosa, Frankenstein o el moderno Prometeo, y dando forma con sus palabras al argumento de esta secuela. Un recurso muy, muy moderno, y que funciona perfectamente. Dirigida con gusto exquisito por Whale, Bride of Frankenstein tiene momentos terroríficos (como la aparición inicial del monstruo), teatrales (la histriónica presentación que hace el doctor Pretorius de la Novia), cómicos (en particular, las apariciones de la indomable y diminuta actriz Una O'Connor, cómica genial), dramáticos (como la terrible persecución que sufre el monstruo, a quien los lugareños capturan y maltratan en una secuencia magistral, con una imaginería muy parecida a una crucifixión), bizarros (los divertidos homúnculos de Pretorius) y conmovedores (la célebre escena en la que un ciego acoge al monstruo en su hogar, el único personaje que le trata como un ser humano; un momento caricaturizado de manera magistral por Mel Brooks en El jovencito Frankenstein).
¿Quién es el monstruo? ¿La criatura? ¿Su creador, que no tuvo en cuenta las consecuencias de crear a un ser humano? ¿La muchedumbre, que persigue y acosa sin cesar al "distinto", sin pararse a preguntarle si necesita ayuda, o simplemente a mirarle y ver que es un ser humano, sólo que diferente? En los apenas 80 minutos de película, Whale, con brío y sin altibajos, toma un claro partido por el monstruo: una pobre criatura acosada y perseguida, simplemente por ser diferente, en una tesis muy cercana a la de la novela (que también adoptaba Kenneth Branagh para su estupenda Mary Shelley's Franskenstein de los 90).
Una película inmortal. Como el mito de Frankenstein, como la imborrable imagen de Karloff caracterizado como la criatura, o como la impresionante caracterización de Elsa Lanchester como la Novia.
Es que no me canso de verla...

(Sobre el proceso de creación de la película y sobre su director, aporta un interesante punto de vista la excelente Dioses y Monstruos de Bill Condon, basada en la novela de Christopher Bram, con Ian McKellen y Brendan Fraser).

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