La madre de una familia cualquiera, que vivía en una casa cualquiera de una ciudad cualquiera, compró una vez un trozo de paté que no era como los demás. Tenía sentimientos. Y además, la verdad es que, como paté, era excelente. Cuando lo probaron, a papá le gustó un montón, pero al resto de la familia no. Como papá no pintaba gran cosa en casa, poco a poco, día tras día, el trozo de paté fue relegado a un rincón de la nevera, y sustituido en los menús cotidianos por comidas de mucha menor entidad a ojos de cualquiera (y de papá, que se quejaba, pero nadie le hacía caso), y llegó un momento en que se hartó de la situación y decidió hacerse notar. Comenzó a crecer, y pronto llenó la nevera. Cuando empezó a sobresalir por los bordes de la puerta del frigorífico, la familia, aterrorizada, tuvo que parlamentar con el amenazador alimento y aceptar sus condiciones.
Desde entonces, en esa casa nadie se atreve a dejar de comer paté (aunque sea un poquito, como hace el abuelo, que tiene problemas con algunas comidas). Y nunca se les acaba el paté.
Y además, ahora les gusta.
1 comentario:
JAJAJAJA!!!! Paté mutante!!! Que bueno, eso tienes que ilustrarlo!
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