A Mia (Kate Jarvis) le obsesiona el baile, pero no el ballet, ni los bailes de salón: el callejero y chulesco bailoteo hip-hop es lo único que conmueve a Mia. Nada más le importa. Vamos a ser sinceros: no es una chavala modelo. Malhablada, dada a empinar el codo, poco amiga de la higiene personal, sin estudiar, sin trabajar, siempre malhumorada y a punto de estallar, como un animal acorralado, Mia deambula día a día por su barrio obrero británico, rehuyendo cualquier contacto con su hermana menor, igual de maleducada y descastada que ella, y también a su madre (Kierston Wareing), un verdadero putón verbenero al que no se le conoce más oficio ni beneficio que beber y colocarse hasta caer desmayada y montar fiestas en su casa con el tío guapo de turno. ¿Cambiará algo la llegada a la vida de su madre del enésimo novio guaperas, Colin (Michael Fassbender)...?
El retrato de cierto sector de la sociedad británica contemporánea que hace la guionsita y directora de Fish Tank, Andrea Arnold, es demoledor. Familias que algunos llamarían disfuncionales, sumidas en la miseria, atrapadas en interminables bloques de viviendas apiladas unas sobre otras, rodeados de niños asilvestrados y sin escolarizar, embotijados frente a omnipresentes televisores que solamente vomitan telebasura; adolescentes que vagabundean por las calles desoladas, entre locales chungos, chatarrerías y descampados, terreno abonado para meterse en líos; adultos a medio hacer, cargados con hijos que ni querían ni quieren, que producen nuevos adultos a medio hacer... Un verdadero círculo vicioso, producto de los "gloriosos" años de Margaret Thatcher, cuyas funestas consecuencias aparecen tantas veces reflejada en filmes tan variopintos como Riff-Raff, The Full Monty o Billy Elliot, entre otros muchos. La referencia en la propaganda de Fish Tank a Ken Loach, abanderado del cine social británico, no es casual. La película de Andrea Arnold es digna compañera de cualquiera de las inspiradas cintas sociales de Loach.
¿Cómo huir de ese círculo vicioso? ¿Cómo escapar, como dejar atrás la ira y el resentimiento que se acumulan día tras día, año tras año de frustración y mal vivir? No da Arnold ninguna respuesta convincente (si es que la hay), dado que el final del film es bastante abierto, pero sí plantea la necesidad de abrir los ojos y buscar algo mejor. Pero tampoco gasta en lindezas el seco guión del film. No hay sueños, ni esperanza, ni finales felices. Sólo rutina, sordidez, miseria y violencia soterrada (o no tan soterrada), sólo vidas al filo mismo de la locura (como demuestra el inquietante "momento campestre" que Mia comparte con la niña).
El reparto cumple con creces dando vida a papeles nada agradecidos, siempre al límite, atrapados como peces que dan vueltas en una pecera. Destaca, naturalmente, la protagonista, Kate Jarvis, en su primer papel para el cine, al que da vida de forma natural y convincente, en particular en varios momentos realmente escabrosos. La película, excelentemente escrita y filmada (sobre todo por cómo aborda, de manera convincente y original, la incomunicación entre Mia, su hermana y su madre), no hace concesiones, no tiene ni un instante de complacencia, no da respiro... y desde luego, no alegra el día, precisamente.
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