El equipo de guionistas-directores que componen Jose Mari Goenaga, Jon Garaño y Aitor Arregi vuelven a sorprender, como ya hicieron hace tres años con la estupenda Loreak, con esta Handia, basada en la historia real del legendario Gigante de Altzo. Ambos eligen un relato mitad leyenda mitad realidad y lo manejan a su antojo para producir una película de pasmosa belleza plástica de principio a fin, que emparenta a su protagonista con tantos seres diferentes, tantos fenómenos de la naturaleza a quienes el mundo, en distintas épocas, reservó únicamente el papel de monstruos que mirar, que odiar, que perseguir, que despreciar como solo se desprecia a los diferentes.
La historia de los dos hermanos, Miguel Joaquín (aquejado de acromegalia) y Martín (herido en un brazo en la guerra), les enfrenta a un mundo en pleno proceso de cambio. Rodada en un sorprendente y difícil de descifrar dialecto del euskera, la película habla de muchos temas: la tensión entre tradición y modernidad, entre adaptarse y resistir o cambiar aunque eso signifique abandonarlo todo; las secuelas de la guerra, la relación entre un padre y sus hijos y de estos entre sí, la diferencia y muchas otras cosas tienen cabida en esta película magnética, rodada con esmero y con asombroso poderío visual, que recorre distintos países e idiomas siguiendo la estela de la carrera comercial del gigante, y centrándose en su carácter de persona, de ser humano.
Manteniendo un difícil equilibrio entre el cuento de género y el realismo, Handia triunfa en todos los sentidos con un reparto de excelentes intérpretes, y con un cuidado trabajo de trucaje visual para simular la descomunal anatomía de Miguel Joaquín, encarnado por Eneko Sagarduy.
En resumen: colosal.
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