Extraña, febril, inquietante y excelentemente escrita. Características que suelen ser aplicables a todas las novelas del recientemente fallecido James Graham Ballard, y que están presentes en esta Compañía de Sueños Ilimitada.
El comienzo de la novela no puede ser más atractivo: Blake, un tipo de lo más peculiar, obsesionado por el vuelo, roba un Cessna y se estrella en las cercanías de Shepperton, hogar de los célebres estudios de cine. A partir de entonces, se suceden los enigmas y las situaciones fantásticas. Blake, siempre con la duda de cómo ha sido posible que sobreviva al brutal accidente, desarrolla poderes curativos y desata todo un vergel de fauna y flora en la localidad, mientras es presa de vívidos sueños y fantasías sexuales desaforadas, muchas de ellas muy poco políticamente correctas. El lugar se convierte en una especie de Edén, y Blake en su dios...
Para mi gusto, le falta un poco de explicación a la trama, que deriva a partir de la mitad de la novela a territorios de febril ensoñación y fantasía desatada. Eso no implica que sea una lectura aburrida o falta de interés. La descripción de cómo todos los habitantes de Shepperton (bueno, casi todos...) levantan el vuelo gracias al poder del nuevo dios pagano Blake es colosal, como lo es la manera en la que Ballard describe los sueños animales de Blake y los efectos de su poder en las gentes y en el pueblo (siempre contando la historia con su propia voz, en un excelente uso de la primera persona).
Pero pese al talento descriptivo de Ballard, creo que el autor de la inquietante La Isla de Cemento no acaba de culminar esta Compañía de Sueños Ilimitada con la elegancia y la claridad de las peripecias de Kerans, el inolvidable protagonista de El Mundo Sumergido, por ejemplo. Algunos personajes quedan muy desdibujados, arrollados por las alucinógenas diatribas de Blake, una especie de Mesías imperfecto, a ratos plácido, a ratos desaforado, que trae el paraíso a Shepperton y después decide sacrificar su "poder" para curar a los enfermos del lugar, en particular a los recurrentes tres niños inválidos que aparecen repetidamente en la trama.
En resumen: tampoco está tan mal, pero me gustan más otras obras de Ballard, como El Mundo Sumergido.
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