Lo que nosotros conocemos como "barrios de chabolas" y en Brasil recibe el nombre de "favela", en Argentina se conoce como "villas miseria", pero sus características son siempre las mismas: descontrolados asentamientos de población en constante crecimiento, falta de las mínimas condiciones de vida, violencia, tráfico de drogas… En uno de esos lugares, devastado por la miseria, el pandilleo y la droga, en el que malviven miles de personas, el padre Julián (un inmenso Ricardo Darín) trata de sacar adelante una obra de construcción de viviendas algo más decentes, con la ayuda de sus colaboradores en la parroquia, entre ellos la asistente social Luciana (Martina Gusman) y el recién llegado padre Gerónimo (Jérémie Renier). Pero los obstáculos son muchos…
Pablo Trapero, después de su excelente Carancho, presenta un film comprometido, que consigue llamar la atención sobre un problema que, segun se desprende de lo visto en la película, el director considera endémico e imposible de resolver (y que estos días, gracias a la promoción del film, asalta nuestros ojos en periódicos y telediarios para, probablemente, ser rápidamente olvidado). Trapero combina el análisis de la situación de la villa con el drama de sus protagonistas, equilibrando bien la parte dramática con la denuncia de la situación, un empeño en el cual muchos filmes de este tipo fracasan.

Decir que Ricardo Darín está bien en el film es como decir que el sol sale por el este. El argentino, una vez más, logra transmitir todos los matices de su personaje, un cura cuya conducta recuerda a los célebres (y convenientemente olvidados) sacerdotes de la Teología de la Liberación (como ilustra su intercambio dialéctico con sus superiores). Darín, toda una garantía, está bien secundado por el resto del conjuntado reparto.
No hay que irse tan lejos como Buenos Aires (o la favela brasileña Cidade de Deus, o el monstruoso asentamiento de Kibera en Kenia, dos lugares que nos mostraba Fernando Meirelles en sus imprescindibles filmes Ciudad de Dios y El Jardinero Fiel) para conocer la miseria, que siempre tiene las mismas caras, los mismos antecedentes, y cuya solución se enfrenta siempre con los mismos problemas. Recordemos que en estos tiempos de crisis, no sólo la ayuda al Tercer Mundo se resiente… y a veces, el Tercer Mundo puede estar mucho más cerca de lo que pensamos. Sólo hay que mirar.
Una película que hay que ver.
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