Dylan Horrocks vuelve en un tono ligero y juguetón sobre algunos temas que ya narraba en su imprescindible Hicksville, y nos habla esta vez del goce y de la responsabilidad que supone la ficción para quienes la crean. Aportando lo autobiográfico de su propia experiencia (estuvo alejado largo tiempo de los tebeos, y esta es su primera obra larga en más de quince años), Horrocks fabula el bloqueo que sufre Sam Zabel, un dibujante de cómics que tiene mucho del propio autor, en busca de la inspiración perdida simbolizada en la pluma mágica que da título al relato.
Una fábula tan interesante como deliciosa de leer, donde Horrocks se zambulle en antiguos tebeos para reflexionar sobre la creación y la moralidad de la fantasía, y culminar la obra con una visión del medio entusiasta y optimista: la inspiración pasa de mano en mano, unos artistas inspiran a otros a crear mundos de ficción donde perderse y donde los demás pueden perderse, pero eso no hace que el mundo real sea peor, sino mejor.
"Es un momento excelente para crear tebeos y para leer tebeos", concluía Horrocks en una entrevista reciente. Cuánta razón.
En resumen: estupendo.
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