Es una estupenda manera de culminar un año de buenos cómics poder leer por fin la nueva entrega de Las Aventuras del Capitán Torrezno, uno de los tebeos más originales, ambiciosos e inclasificables que jamás pasaron por los rodillos de imprenta alguna. Su responsable único es Santiago Valenzuela, rara avis donde las haya del mundo del cómic.
Como casi todo el mundo sabe, a estas alturas, los seis álbumes que componen Deeneim, la primera saga de Torrezno, narran el asedio de la ciudad de tal nombre… pero también muchas cosas más. Valenzuela, ya desde el primer álbum, enseñaba las cartas de su imprevisible planteamiento. Deeneim existe en un mundo en miniatura, nacido en un sótano perdido en algún rincón de Madrid, de las manos de un gris funcionario, adorado en su pequeño microcosmos como Dios: un lugar inaudito donde razas enteras se han desarrollado y enrollado, donde los horizontes dejan ver extraños objetos colosales entre las montañas, que recuerdan a sofás, sillas y mesas… y donde por azar aparece un día Torrezno, asiduo parroquiano del cercano bar Denver, impertérrito degustador de los pequeños placeres de la vida que se verá convertido sin quererlo en héroe guerrero.
Si la épica reinaba en Deeneim (viajes imposibles, criaturas de todo tipo, grandes batallas, héroes y villanos… todo ello salpicado por elementos de inquietante familiaridad), en este Plaza Elíptica la escala sigue a esa altura. Tras el fin del asedio de la ciudad, los antes sitiados se convertirán en agresores, con Torrezno en el papel de comandante (un "embolao" en el cual le meten, sin quererlo él) en una guerra santa que planea recuperar el territorio perdido ante las hordas del tártato, que, dicen las nuevas de algunos exploradores, tratan de reagruparse para volver a la carga. Un superviviente de la guerra actúa como narrador, ya terminado el conflicto…
Salpicando el argumento de claras y bien trazadas referencias al origen de ciertos conflictos bélicos que nos resultan familiares, Valenzuela demuestra su imaginación desbordante y su asombrosa capacidad para dibujar cosas imposibles, y se marca página tras página de delirios, arquitecturas abracadabrantes y perspectivas imposibles que permiten una absoluta inmersión en la historia. Decir que su dibujo sigue dejando boquiabierto no es decir nada nuevo para cualquier conocedor de su obra anterior, e igualmente, tampoco descubro nada a nadie cuando menciono que sus guiones siguen incluyendo sus caracterísiticas y enormes parrafadas de texto y diálogo, trufadas de referencias, giros, bromas, juegos de palabras, en las cuales sigue sin sobrar ni una sola coma.
El arranque de la nueva saga del inefable Capitán Torrezno cumple todas las expectativas y está a la altura de lo anteior. De nuevo, el lector se ve inmerso en un mundo, el de Valenzuela, que se mueve en distintos niveles, con su propia lógica, sus historias, sus mitos, sus dioses, sus bares…
Imprescindible.
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