"Todas aquellas veces que Skip y yo intentamos matar a su hermano pequeño, Donny, fueron solo por diversión." Así comienza su relato Harley Altmyer, un chico a punto de cumplir los veinte, que se enfrenta a un panorama realmente desolador. Mantiene como puede dos trabajos de mierda porque tiene a sus tres hermanas menores a su cargo, porque su madre cumple condena por haber matado a su padre de un escopetazo…
Es fácil imaginar que la peripecia de Harley no es ningún camino de rosas. Caminos Ocultos nos cuenta un drama moderno de la América profunda, que se suele decir. Si recuerdas filmes como Winter's Bone o Frozen River, sabrás a qué me refiero. Como en muchos lugares de su país (y de muchos otros países del "primer mundo"), Harley y su familia simplemente sobreviven con un pie a cada lado del umbral de la pobreza (o más bien, con los dos pies a un lado del mismo). ¿Y qué se puede esperar de niños y niñas que crecen en lugares contaminados, mal alimentados, educados a salto de mata, cuyo patio de juegos son las ruinas de viejas fábricas, y que desde la infancia conviven con la ignorancia, la violencia de todas clases y las armas de fuego?
Poco más de trescientas páginas le bastan a Tawni O'Dell para darnos una visión de las relaciones familiares a través de los miembros de la familia Altmyer, sin concesiones, poniendo su mirada (y la nuestra) en el caldo de cultivo de la violencia familiar y con un excelente retrato de personajes, en particular del perturbado y perturbador Harley.
O'Dell, en una novela a la que ha acompañado el éxito de crítica y ventas, maneja tan bien el desarrollo de la trama como su conclusión. Así, Caminos Ocultos, pese a no contar la historia más original del mundo, se lee con avidez quizá precisamente por eso mismo: porque su autora convierte lo que podría ser un simple dramón desgarrado de problemas familiares en una excelente novela de esas que cuesta soltar hasta terminarla...
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