Stephen King es uno de los autores más exitosos y populares del planeta. Ahora, en una pirueta digna del mejor acróbata, King retrocede más de treinta años y retorna a los personajes e ideas de El resplandor (para quien esto escribe, su mejor novela, y también la más terrorífica) para presentar una continuación de la misma: Doctor Sueño.
El propio King reconoce que afrontó el proyecto con temores, aunque la idea de explorar la vida de adulto del niño que brillaba rondaba por su mente desde hacía años. El autor amplia el espectro del poder mental de Danny, ahora Dan, convertido en un alcohólico como su papá. El resplandor, ya lo sabíamos, no era algo exclusivo de Danny… pero el mal tampoco reside solamente en el hotel Overlook. Hay otros seres que ansían el resplandor, que se alimentan de él… y también niños y niñas que brillan. Que brillan mucho.
¿Tiene sentido continuar una historia como El resplandor treinta años después? Sí, como tenía sentido El color del dinero, la segunda parte de El buscavidas, por ejemplo; o Huckleberry Finn, o El padrino II, los dos ejemplos que menciona el propio King (quien, por cierto, lanza un dardo envenenado a la célebre versión de Stanley Kubrick de su novela, dardo con el cual coincido al 100%). Son continuaciones que superan su condición de secuelas, y tienen entidad por sí mismas. En el caso de alguna de ellas, incluso superando a la original. En Doctor Sueño, King no intenta superar El resplandor, nadie podría. El camino que sigue es distinto., y King no cae en la trampa de la nostalgia.
Muchos pasajes de Doctor Sueño están íntimamente ligados a los recuerdos de Dan (y a los nuestros) sobre cierto invierno en un rincón con estupendas vistas de las montañas de Colorado… pero la novela contiene suficientes alicientes para convertirse en una historia con entidad propia. El prolífico escritor, detallista como siempre, afronta el reto de contarnos qué pasó con Danny Torrance y pasa el examen con excelente nota. Desde la primera hasta la última página, Doctor Sueño engancha y no suelta, en un relato en el que el suspense se impone al terror en muchos momentos gracias a la maestría de King como narrador.
Una vez más, lo cotidiano es lo terrorífico, tanto o más que lo mágico o lo místico. Esos Estados Unidos de carreteras interminables donde puedes encontrarte cualquier cosa, de familias que marcan a sus miembros a fuego (atención a cierta sorpresa de la novela respecto a eso), de niños desaparecidos de los que no se vuelve a saber nada, de comunidades pequeñas y cerradas, de violencia, de armas de fuego, de alcoholismo (la adicción es una tema clave de la novela, un asunto que King conoce bien)…
En resumen: puro King. ¿A qué estás esperando? Así empieza…
El segundo día de diciembre de un año en el que un cultivador de cacahuetes de Georgia hacía negocios en la Casa Blanca, uno de los hoteles de veraneo más importantes de Colorado ardió hasta los cimientos. El Overlook fue declarado siniestro total. Tras una investigación, el jefe de bomberos del condado de Jicarilla dictaminó que la causa había sido una caldera defectuosa. En el hotel, que permanecía cerrado en invierno, solo se hallaban presentes cuatro personas cuando ocurrió el accidente. Sobrevivieron tres. El vigilante de invierno, John Torrance, murió en el infructuoso (y heroico) intento de reducir la presión de vapor en la caldera, que había alcanzado niveles desastrosamente altos debido a una válvula de seguridad inoperante.
Dos de los supervivientes fueron la mujer del vigilante y su hijo. El tercero fue el chef del Overlook, Richard Hallorann, que había dejado su trabajo estacional en Florida para ir a ver a los Torrance porque, según sus propias palabras, había tenido «una poderosa corazonada» de que la familia se hallaba en problemas. Los dos supervivientes adultos resultaron gravemente heridos en la explosión. Solo el niño salió ileso. Físicamente, al menos. Wendy Torrance y su hijo recibieron una compensación por parte de la propietaria del Overlook. No fue astronómica, pero les alcanzó para ir tirando durante los tres años que ella estuvo incapacitada para trabajar por culpa de las lesiones en la espalda.
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