"You're going to need a bigger boat."
martes, 2 de enero de 2018
Rodeado de relecturas presenta... PRÍNCIPE VALIENTE, LA REINA DE LA OSCURIDAD
A mediados de los noventa, caía en nuestras manos un tomo en tapa blanda (de grafismo bien feo, por cierto, la edición) que recopilaba una serie limitada de cuatro capítulos, en la que el protagonista, el Príncipe Val de Thule, uno de los grandes clásicos del mundo de las viñetas, vivía una aventura de tono oscuro y crepuscular. Cortesía de Charles Vess y Elaine Lee al guión y John Ridgway al dibujo (y con portadas de Mike Kaluta), Val se convertía en el depositario de la esencia de Camelot, tras la caída de Arturo en la batalla de Salisbury. El aire feneciente y fúnebre de la historia entronca con la parte final de la leyenda, el fin del sueño, que tan bien retratara la inigualable Excalibur de John Boorman.
Vess y Lee arrancaban la historia con la mencionada batalla, en la que Mordred asesinaba a Arturo y también moría atravesado por Excalibur. Pero la maléfica Morgause (o Morgana), aliada con los pictos, conseguía arrebatar la legendaria espada de su depositario, Gawain, y también raptar a la nieta de Arturo y legítima heredera al trono, y llevársela con ella a su reino de las inhóspitas Órcadas, junto a Galan, el hijo menor de Val. Un maduro Val, tras un encuentro con un Merlín que se desvanece en brazos del dragón, emprende camino junto a la doncella Nimue hacia el reino de Morgause, pensando que su hijo mayor, el pelirrojo Arn, ha muerto en Salisbury, como tantos otros caballeros…
La gravedad y el dramatismo presentes en la historia no impiden a Vess y Lee desarrollar a sus personajes, alejándose de tópicos y de épicas rimbombantes. Morgause es inquietantemente humana en su maldad. Los pelirrojos escoceses con quienes Val traba amistad son un clan bullicioso, como lo eran las relaciones entre los caballeros de la extinta Mesa Redonda, y el patriarca bromea con su hijo Rory, como el padre de Val lo hacía con su primogénito cuando éste regresaba a Thule de lustro en lustro. El final agridulce encaja perfectamente con el desarrollo de la historia. El sueño terminó, pero la esperanza prevalece, encarnada en Ingrid y en Galan.
El cómic mantiene la ausencia de bocadillos de la tira original de Foster, un homenaje al original que no impide una lectura fluida. Ridgway opta por una sobria composición de página huyendo de artificios, y su estilo clásico y tenebrista aporta el tono perfecto para la historia, que tiene entidad propia y que no se queda en una mera cita, sino todo lo contrario. Escenas como las del funeral de los hijos de Morgause, o la primera aparición de Val atravesando el mar de cadáveres y despojos de Salisbury, le permiten lucirse a lo grande. El color de Curtis Woolbridge es algo irregular aunque complementa bastante bien el trabajo de Ridgway, pero las páginas, como se puede ver, aguantarían perfectamente el ser publicadas en el sobrio blanco y negro original.
En resumen: un estupendo relato, y un perfecto complemento a las historias clásicas de Foster. Imprescindible para fans de Val, y de las buenas historias de aventuras. Esperemos que alguien se anime a reeditarlo algún día...
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