"You're going to need a bigger boat."

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jueves, 5 de noviembre de 2009

RODEADO DE CELULOIDE presenta... KING KONG (1936) vs. KING KONG (2005)


El clásico fantástico de 1933, obra de Ernest B. Schoedsack y Merian C. Cooper, es una de mis películas favoritas de todos los tiempos. La inusual versión del cuento de la Bella y la Bestia protagonizada por la rubia Fay Wray y el inmortal gorila gigante Kong, llena de magia, es infinitamente superior a las otras dos versiones de la historia que se han filmado, la "catastrofista" de John Guillermin en 1976 y la "digital" de Peter Jackson en 2005.

La historia de la película es harto conocida. El director de cine Carl Denham planea rodar una película como ninguna otra. A sus manos ha llegado el plano de una misteriosa isla de nombre ominoso, Isla Calavera, donde habita una criatura terrorífica a la que pretende sacarle partido, metiéndola en su próxima película... sólo le falta una protagonista femenina, pero su mala fama hace que todas las estrellas rechacen sus ofertas. Desesperado, consigue por fin a su protagonista: Ann Darrow (Fay Wray), quien se agarra al clavo ardiendo que le ofrece Denham porque no tiene más remedio.

Una vez en la siniestra isla, unos agresivos nativos raptan a Ann para ofrecerla en sacrificio al terrible ser que habita al otro lado de la colosal empalizada que les separa de la jungla... ¡Kong! Un inverosímil gorila gigante, tan colosal como furibundo, al que adoran como un dios. Inesperadamente, en vez de devorar a Ann, el colosal Kong se encapricha de ella. La defiende de todo tipo de amenazas, la manosea, la observa con mirada aviesa... vamos, que Ann le gusta. Los expedicionarios, comandados por el ambicioso Denham y el soso Jack Driscoll, enamorado de Ann, consiguen capturar al gigantesco simio, sin mostrar ninguna sensibilidad hacia los sentimientos de Kong.

De regreso en Nueva York, Denham planea hacerse de oro exhibiendo a su presa en un teatro de Broadway, pero Kong logra escapar y busca a Ann... Cuando la encuentra, trata de huir con ella y escala hasta la cúspide del Empire State Building, donde será abatido por una escuadrilla de biplanos. "La belleza mató a la bestia", musitará Denham ante el cadáver de Kong.


King Kong se ha convertido con el tiempo en un clásico inmortal. Su ingenuidad, su falta de prejuicios, la fascinante figura del simio gigante, sus primitivos pero trabajadísimos efectos especiales y trucajes, su ritmo perfecto... a día de hoy, King Kong sigue siendo una gran película, y desde luego les da mil vueltas a los dos remakes que se han realizado hasta ahora de la historia. Olvidemos la estrambótica versión de 1976, demasiado "de su época" (pese a la apabullante belleza de una Jessica Lange en plenitud, en el papel de Ann Darrow), con sus maquetas penosas, en la cual Kong era abatido en la azotea... del World Trade Center; y centrémonos en la más reciente, la realizada por Peter Jackson en 2005, llamada a ser el Kong definitivo.

Lamentablemente, Jackson, fan confeso del film de 1933, y su equipo "inflan" demasiado la historia, haciendo que su film alcance las tres horas de duración sin ninguna necesidad. Pese a la elección más que acertada de la guapísima Naomi Watts para interpretar a Ann, el resto del elenco no está demasiado acertado, y la mayor parte del tiempo no parece saber muy bien qué cara poner porque sus papeles son bastante anodinos; resultan aún más sosos que el Jack Driscoll original, que ya es decir... El guión, firmado por Jackson junto a Fran Walsh y Phillipa Boyens (los tres escribieron juntos los guiones de la trilogía de El Señor de los Anillos) abunda en escenas bobaliconas y poco creíbles (y lo que es peor, aburridas), incluso dentro de un contexto de pura fantasía. La película de 1933 siempre va al grano: su ritmo está perfectamente medido, y plantea rápidamente su dilema, cosa que en el film de Jackson se demora enormemente. Una hora larga tarda Jackson en ponerse en el ambiente en el que el film de Schoedsack y Cooper nos colocan en unos meros 20 minutos.

La relación de Ann y Kong es sustancialmente distinta que en la versión de 1933. Lo que en la cinta de Schoedsack y Cooper era un "enamoriscamiento" de Kong (que parece afectar a todas las criaturas peligrosas de la isla, que persiquen a Ann con fruición), con un carácter mucho más "físico": más miradas de cerca, más toqueteo, la escena en que Kong le arranca algunos harapos de ropa a Ann y parece disfrutar enormemente de ello... el gran gorila muestra un aire más avieso y viciosillo que su "primo" moderno, bonachón, elegante y solemne. En manos de Jackson, se convierte en algo más "sensible" y hay una mayor conexión espiritual entre Kong y Ann: ella tiene mucho más peso en la historia, reflejo obvio del tiempo distinto en el que vivimos hoy. Pero la relación bella-bestia queda demasiado "pastel". Sinceramente, me parece mucho más logrado el viejo Kong "no sensible".

Donde la película de Jackson tiene su punto fuerte es, obviamente, en el apartado de los efectos especiales. WETA es hoy en día la mayor fábrica de magia del mundo del cine, y el impresionante Kong digital no hace sino rubricar ese liderazgo. Pese al tremendo logro, opino que ese peculiar aspecto del Kong antiguo, muy poco realista (sobre todo en el caso de la cabeza gigante creada para los primeros planos) le confiere un valor "fantástico" añadido. El Kong de Jackson es como una fotografía, el Kong de 1933 es como una pintura rupestre: más simbólico, y por ello más atractivo e inquietante que su contrapartida "realista". Y es tan divertido verle moverse con su ritmillo de stop-motion...

Sin embargo, en muchas escenas el film de Jackson muere de gigantismo: la circense pelea de Kong con tres Tiranosaurius Rex, la estampida de dinosaurios en el desfiladero, la aburrida y prescindible escena de los insectos gigantes... todas ellas están demasiado alargadas, como si WETA y Jackson, al estilo de Kong, se "golpeasen el pecho" para dejarnos bien claro lo buenos que son. Ya lo sabemos, no hace falta que nos lo repitan. El mejor momento del film, sin duda, es la vertiginosa batalla final de la batalla de Kong contra los aeroplanos en la cima del Empire State. Ahí sí que no se puede poner ningún pero. La escena es impresionante, de principio a fin.

Pero el film de 1933 no se queda corto en efectos especiales: rudimentarios, con las técnicas de la época (stop-motion, proyección posterior, trucajes fotográficos...), pero hechos con mimo y usados con imaginación. Al igual que su Kong, esos efectos especiales más "artesanales" confieren al film un aire aún más extraño y fantástico.

El problema con el que se enfrenta Peter Jackson es el mismo con el que se enfrentaría cualquiera que se proponga mejorar el King Kong original. Lo que sucede es que el King Kong original es... inmejorable.

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