Master Class, la obra de Terrence McNally que recrea las clases que impartió Maria Callas en Nueva York, años después de abandonar la ópera tras el declive de su voz, y devastada por el fracaso de su relación con Aristoteles Onassis, regresa a los escenarios con el protagonismo de la actriz a quien McNally alaba como la mejor intérprete de su texto: la argentina Norma Aleandro.
La obra sirve como reflexión sobre el arte y la vida, sobre el sacrificio del artista, la autoexigencia, la relación con el público, y el precio a pagar por llegar a lo más alto. La inmortal soprano rememora sus viejos éxitos, mientras trata a sus alumnos con extrema dureza, tratando de extraer lo mejor de ellos, porque solo lo mejor servirá. Hay que darlo todo, declara Callas, y si no se está dispuesto a darlo todo, no sirve de nada aspirar a la grandeza.
Norma Aleandro, de 77 años, borda el papel de la diva entre las divas a través de una contenida declamación y una gestualidad simplemente sobrecogedora en los momentos en que, a solas en el escenario, rememora sus años en la ópera acompañada por el fantasmagórico sonido de su propia voz, en sus años de plenitud. Aleandro, que también ha impartido clases de actuación y comparte muchas de las tesis de Callas (pero no todas), ya ha representado esta obra multitud de veces desde hace quince años, y ahora la revisita con asombrosa fuerza.
La obra, con sencilla escenografía y excelentes intérpretes, se beneficia de un reparto que cumple a la perfección sus papeles: las sopranos Carolina Gómez y Lucia Silvas y el tenor Marcelo Gómez, en los dobles papeles de alumnos y cantantes (el aria de Tosca que canta Gómez pone los pelos de punta) el pianista Santiago Rosso y el actor Hugo Argüello, que arranca carcajadas con su papel de utilero y demuestra que no existen los papeles pequeños, sino los malos actores.
En resumen: soberbio reparto para un espectáculo excelente, disfrutable al cien por cien. Un avance, aquí.
PS. Ver a unos cuantos indocumentados que se levantaron y se fueron, dando la espalda al escenario, mientras el público aplaudía y el reparto saludaba, no tiene nombre. Dan ganas de romperles las piernas, por ejemplo. Si no son capaces de respetar y agradecer a los intérpretes su trabajo como merecen, si no comprenden lo que significa tener a monstruos de la escena como Norma Aleandro a menos de 20 pasos de distancia, de verdad, ¿para qué pagan la entrada?
2 comentarios:
Aintzane no tiene buen gusto porque dice que escribes bien. Ella está de acuerdo con tu crítica. Yo no. Vive y deja vivir y no andes rompiendo piernas. Yo me hubiera ido antes...pero quedaba mal y no me dejaban salir.
Allá tú, David (y dale las gracias a Aintzane), pero si luego, así de repente, alguien te rompe las piernas, no me vengas con cuitas y lamentos...
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