"You're going to need a bigger boat."

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jueves, 5 de mayo de 2016

El montón de tebeos presenta… EL REGRESO DEL CABALLERO OSCURO


Pues sí, lo he releído por vez enésima, y me sigue dejando alucinado cómo conserva intacta su potencia narrativa, treinta años después. Y cómo se queda grabado en tu memoria lo que realmente te impresiona, la primera vez que lo lees...

Sorprende lo diferente que era la DC de aquellos tiempos, empeñada en dar una vuelta a sus iconos de siempre y dominando la segunda mitad de los ochenta y parte de los noventa con dos jugadas maestras: el fichaje de las grandes figuras de la Marvel de los primeros ochenta, como Byrne, Pérez y Miller, y la captación de todo ese talento que esperaba en Gran Bretaña: los Moore, Morrison, Delano, Ellis, Ennis, Gibbons y tantos y tantos otros. Wonder Woman, en manos de George Pérez, y Superman, con Byrne, se renovaban de arriba a abajo, pero las operaciones de lavado de cara practicadas en ambos personajes eran una minucia comparadas con la salvaje deconstrucción de Batman en manos de Frank Miller.

El creador de Elektra, con El regreso del Caballero Oscuro y Año Uno, daba forma al concepto de Batman que ha marcado a varias generaciones de lectores ya: Bruce Wayne es el disfraz, Batman es Batman todo el rato. Un justiciero torvo, obseso, violento, que nunca se toma un descanso. De este concepto han bebido practicamente todas las encarnaciones de Batman desde entonces, con matices, con mejor o peor fortuna, y así seguirá siendo. Por no hablar de la influencia que la visión posmoderna, sardónica y desatada de Miller ha tenido en una multitud de autores que han venido después. 


Sorprende el desparpajo de un Miller al que DC prestaba su mejor juguete para jugar. Asombra, aún hoy, la capacidad del autor para el montaje de escenas y páginas, usando de manera soberbia una rejilla de dieciséis viñetas que le permite miles de posiblididades. Esa página en que las franjas de la bandera americana se transforman en la S de Superman… el uso de las onomatopeyas, un arte casi perdido en el cómic comercial hoy en día… las espectrales escenas del retorno a la acción de Batman… Miller hace puro cómic, saca músculo en cada página, huye de lo convencional, no hace concesiones a la galería, refina ese monólogo interior narrativo que se convertirá en marca de fábrica de la casa.

Por no hablar del ramalazo fascista-libertario que desprende su visión del personaje y del mundo en general, en la obra. El estado no arreglará los problemas: Batman demuestra que nosotros tenemos que arreglar los problemas (con esa Lana Lang abogando por el murciélago desde la televisión…). Las buenas intenciones no valen para nada. La caricatura salvaje de las torpes instituciones (alcaldía, gobierno…) y de las ideas de izquierda, encarnadas en los padres porreros de Carrie y en el siquiatra empeñado en rehabilitar a los viejos enemigos de Batman, haría las delicias de Ayn Rand.



Si en Daredevil, Murdock dudaba entre la acción directa del justiciero y la ley del abogado, Batman no duda. No se cimbrea contra el viento. No hace concesiones. No se ablanda, como Superman. Cuando todo el mundo dice "sí", el dice "que te den". Crea su propio viento y las concesiones te las incrusta en la cocorota de un porrazo.

Y sin embargo, años después, Miller llevaba aún más lejos ese concepto en el DK2, un tebeo adelantado a su tiempo, mucho más simple en apariencia, pero igualmente complejo en el fondo, que gana con cada relectura. Y el mismo Miller se choteaba sin pudor alguno de su Batman en All Star Batman & Robin, esa monumental broma que muchos siguen sin entender, como tampoco la entendió Jim Lee.

En resumen, todo lo anterior se resume en lo siguiente: Frank Miller, con sus luces y sus sombras, con sus aciertos y sus errores, es uno de los autores de cómic más importantes de la historia del medio. Punto. Estos días, Miller visita España. Cuando hablen de él, ya sabes de quién estamos hablando.


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