"You're going to need a bigger boat."

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domingo, 1 de mayo de 2016

El montón de tebeos presenta… FRANK MILLER


Para toda una nueva generación de lectores, el nombre de Frank Miller no tiene la resonancia mítica que tiene para los que ya tenemos una cierta edad. ¿Cómo no sentir algo especial cuando recuerdas las obras más clásicas de Miller? ¿Cómo olvidar el duelo a muerte entre Bullseye y Elektra? ¿O Ruleta? ¿Cómo olvidar el encuentro de Matt con la hermana Maggie en Born Again? ¿Cómo quitarse de la cabeza esa imagen de Lobezno, enseñando las garras e invitándote a bailar? ¿Cómo olvidar el dramático "Me convertiré en un murciélago" de Año Uno? Pero, en los últimos tiempos (o sea en los últimos quince años), como sucedió con la estela de Prince, otro monstruo sagrado de los ochenta, la estrella de Miller ha brillado bastante menos. Miller es sin duda uno de los autores de cómics vivos más importantes de la historia del medio. ¿Vale? Lo digo por si acaso alguna vez se nos olvida...



Su época de esplendor máximo fueron los ochenta, esa verdadera década prodigiosa del cómic americano, dominada en su primera mitad por Marvel y en su segunda mitad por DC. Autores como Frank Miller, Walt Simonson, John Byrne, Chris Claremont, George Pérez, y después la invasión británica encabezada por Alan Moore, dieron al cómic yanqui grandes obras. Pero, me atrevo a afirmar, ninguna, más explosiva, más visceral, más emocionante, más inolvidable que las de Miller.

Miller triunfó en las dos orillas. Primero, en Daredevil, donde le dio la vuelta completamente al personaje, además de acuñar un estilo y una manera de narrar nunca vistas hasta entonces en un tebeo comercial norteamericano, a la altura del estallido realista del Batman de Neal Adams en los setenta, y culminó con ese monumento que es Born Again, junto a un soberbio David Mazzucchelli. Inolvidable es también el Lobezno que fraguó junto a un Claremont en estado de gracia. Las influencias del manga, del noir, de Will Eisner, se amalgamaban en las páginas de Miller, y además contaba con la inestimable ayuda de Klaus Janson en las tintas y el color.



Tras dejar Marvel, Miller inauguraba en DC el formato de lujo con una amalgama de samuráis y ciencia ficción, Ronin, pero la verdadera campanada llegó con sus dos obras seminales sobre Batman, El regreso del Caballero Oscuro (sí, por eso se le llama a Batman "Caballero Oscuro", no se lo han inventado los hermanos Nolan) y Año Uno, de nuevo con Mazzucchelli. Dos tebeos que transformaron a Batman por completo, como ya había trastocado Miller a Daredevil antes, obras de las cuales han copiad… perdón, bebido, con mayor o menor fortuna, practicamente TODOS los tebeos y películas relacionados con Batman en las últimas tres décadas. Y que, junto a Watchmen, contribuyeron a revitalizar el cómic norteamericano y a darle otra dimensión… y quizá a acabar con una manera más ligera, divertida y vitalista de ver las historias de los justicieros disfrazados, pero esa es otra historia.


En los noventa, Miller escribió guiones de cine (Robocop II y III) y paralelamente se consagró a los guiones, ilustrados por otros (Hard Boiled, Give Me Liberty, etc.), se alineó con los primeros ejemplos de autores que seguían la estela de los "fugitivos" de Image y buscaban un mejor reconocimiento de su trabajo en Dark Horse, a través de aquellos sellos editoriales como Legend, Bravura y otros, ya extintos, junto a gente como Arthur Adams, John Byrne o Mike Mignola, por ejemplo. Regresó brevemente a Marvel, justo antes de arrancar con Sin City, para crear Elektra Lives Again, y después se sacó de la manga en DC el célebre DK2, El Contraataque del Caballero Oscuro, un tebeo que descolocó a propios y extraños en su momento (incluido yo mismo; por suerte, con el tiempo, uno va creciendo y juzgando mejor las cosas), y que el tiempo ha puesto en su lugar.




Desde entonces, poco que reseñar: Sin City se alargó mucho más de lo que hubiera debido durar, 300 sigue siendo tan divertido como exagerado (envejece mejor que la película, desde luego), y las aventuras fílmicas de Miller junto a Robert Rodríguez se saldaron con resultados muy decepcionantes. All-Star Batman & Robin quedó como una rara avis en DC, un chiste que nadie pareció entender, y menos que nadie Jim Lee. El tiempo lo va poniendo en su lugar como lo que es, un tebeo tan divertido que da pena que nadie se moleste en seguirle la estela.

El tan rumoreado regreso de Miller a los cómics, Terror sagrado, fue un proyecto muerto desde un principio que pasó totalmente desapercibido cuando se publicó (y era el primer tebeo de Miller desde el DK2…), pese a los "esfuerzos" de Miller para atraer atención mediática… Ahora llega un DKIII que, pese a contar con el concurso de Miller y con autores más que solventes como Azzarello, Kubert y Janson, no parece destinado a ser el aldabonazo que fueron sus dos predecesores… pero que todos vamos a leer, sin duda. Aunque solo sea por si acaso.



En fin, que este es Frank Miller, gente. Creo que es importante recordarlo, porque parece que a veces la gente se olvida de de quién estamos hablando. No puedo menos que recomendar a quien no conozca sus años dorados que se zambulla en ellos sin pensárselo dos veces: Daredevil, Born Again, Año Uno, El regreso... y El contraataque..., de estos últimos al menos tengo pendientes sendas relecturas inminentes. Y lo mejor: todo ello está disponible en el mercado en estos momentos en estupendas ediciones. Merece la pena, y mucho. Pero MUCHO.

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