La autora de La doctrina del shock tiene una bien ganada reputación de revolucionaria. Esta nueva obra, Esto lo cambia todo, remacha esa fama con un conjunto de ideas brillantes sobre el cambio climático, que, piensa Klein, puede y debe ser la bandera que reúna a los ahora dispersos movimientos de izquierdas contra el bien pertrechado y cohesionado bloque conservador que lleva varias décadas manejando los hilos en practicamente todo el mundo. Para Klein, el capitalismo es el principal culpable del cambio climático, desde las primeras chimeneas de las fábricas en la Gran Bretaña del siglo XIX hasta el penúltimo vertido de petróleo en el mar. De hecho, Klein afirma que el negacionismo que la derecha conservadora practica en todo el mundo acerca del cambio climático es la mejor evidencia de que son conscientes del poder que puede tener para desestabilizar su situación de privilegio.
Las multinacionales del petróleo y el carbón son una industria todopoderosa, con firmes conexiones con el poder político, que hacen y deshacen a su antojo (casi siempre) y sobre todo, se disfrazan de salvadoras de zonas deprimidas (como muchos países del llamado Tercer Mundo) ofreciendo dinero y trabajo al terrible precio del desarraigo, la destrucción de formas de vida, especies animales (incluida la humana) y vegetales, y peor aún, todo ello de manera irreparable en muchos casos, y eso, si no se producen accidentes como vertidos masivos, por ejemplo. Pero en el libro hay balas para todo el mundo: algunas grandes organizaciones ecologistas tradicionales tampoco salen bien paradas cuando Klein empieza a investigar sus conexiones con la todopoderosa industria del petróleo; eso, por no hablar de la andanada de Klein contra el supuesto compromiso ecologista de Richard Branson.
Me encanta la forma que tiene Klein de describir como "pensamiento mágico" esa creencia, que nace con Francis Bacon y se refuerza en la Revolución Industrial, de que el ser humano es el amo de la naturaleza y debe dominarla y aprovecharse de ella sin ninguna preocupación por las consecuencias de esos actos. No puedo estar más de acuerdo. La tesis de Klein, apoyada en datos científicos, está clara: hay que cambiar la manera de relacionarnos con el medio ambiente. Reducir de manera drástica las emisiones a la atmósfera y buscar modelos de crecimiento y abastecimiento diferentes, e industrias que apuesten por el equilibrio y por una relación responsable con el medio ambiente. Klein pone el acento en la absoluta necesidad de que sean los gobiernos quienes obliguen a las industrias a ser más limpias (o limpias a secas) y responsables, con legislaciones que se impongan en un mundo actual donde la regulación laxa (o la no regulación) y la rampante corrupción permiten a los grandes conglomerados industriales campar por sus respetos, literalmente.
Y, ¿quién tiene que impulsar estos cambios en la política?, se pregunta Klein. La respuesta, obviamente, es NOSOTROS. Klein aboga por la recuperación del espíritu de unos movimientos sociales que conquistaron grandes logros en el pasado, ahora aletargados o desprovistos de fuerza. Y también aboga la autora por una educación ciudadana que nos haga más responsables, menos consumistas, más informados, y con una manera más equilibrada y sana, en todos los sentidos, de relacionarnos con el medio ambiente. Por ejemplo, Klein apuesta decididamente por fomentar la desinversión en las empresas extractivas para reducir su poder. Si ellos solo entienden el lenguaje del dinero, hablemos ese lenguaje. Y también por una mayor regulación por parte de las administraciones locales y nacionales de todas estas cuestiones.
Y en lo tocante al cambio en los modos de vida, Klein pone como ejemplo a multitud de tribus y culturas indígenas de América del Norte y del Sur, donde hoy en día los modos tradicionales se dan la mano, en muchos casos, con la apuesta decidida por tecnologías de energías renovables para que las comunidades prosperen de manera equilibrada y estable. Klein también pone como ejemplo el creciente peso de las energías renovables en países como Alemania, para demostrar que políticas más respetuosas con el medio ambiente son posibles a gran escala, y no solo en comunidades pequeñas. Y además, remacha Klein, no hay que olvidar que, al igual que las ayudas sociales y la cooperación internacional, las políticas relacionadas con el medio ambiente han sido otra víctima más de la austeridad.
El libro es minucioso, y maneja una enorme cantidad de información, resultando por ello denso pero para nada farragoso. Además hace gala de un humanismo que resulta reconfortante, y huye de simples avisos agoreros para convertirse más bien en una seria y documentada advertencia sobre dónde estamos, hacia dónde vamos, y por qué.
En resumen: una lectura muy, muy interesante.
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