A principios del siglo XXI, Grant Morrison, pleno de ideas e imaginación, daba un giro de timón radical a las vidas de los mutantes más famosos, se inventaba un puñado de personajes y conceptos que siguen dando juego a día de hoy, y además llegaba acompañado de la rompedora imagen gráfica que proponía Frank Quitely, amigo y frecuente colaborador.
La andadura de los renovados New X-Men arrancó en EE.UU. en
2001. En los tres años siguientes, los lectores habituales se encontraron con
un panorama absolutamente renovado. Los personajes más populares del equipo
quedaban en manos de Morrison: Cíclope, Lobezno, Jean Grey y la Bestia,
vestidos a imagen y semejanza de la entonces reciente película X-Men, de Bryan
Singer, se encontraban con nuevos dilemas y problemas, y no era el menor de
ellos la presencia arrolladora de la sin par Emma Frost, la Reina Blanca,
antigua villana reconvertida en heroína. Por otro lado, la simple idea de una
posible segunda mutación de los héroes-X abría todo un mundo de posibilidades.
En pocos meses averiguábamos que el Profesor X tenía una
hermana gemela, Casandra Nova, telépata como Xavier, pero nacida sin cuerpo, y
que, armada con un escuadrón de Centinelas, arrasaba la isla de Genosha,
dejando a su paso miles de muertos, entre ellos, aparentemente, Magneto. Al
equipo se unía el poderoso Xorn, un mutante chino con un sol en miniatura en su
cabeza. Nos sorprendíamos al averiguar que la “X” de Arma-X significaba
“décimo”, no “mutante”, cuando el Profesor X y Jean conocían a Arma XIII, el
socarrón Fantomex. Y también veíamos como, poco a poco, el inmenso poder de
Fénix volvía a manifestarse en Jean Grey, despertando los recelos del poderoso
Imperio Shi’Ar. Además, los X-Men se convertían en personajes populares, e
inauguraban sedes a lo largo y ancho del globo, en una idea que Morrison
reciclaría más adelante para su imprescindible andadura en Batman; y los
estudiantes de la escuela Xavier se volvían mucho más interesantes, y ahí
estaban las quintillizas telépatas, la nueva Ángel, el Pico o Quentin Quire
para demostrarlo.
Todo ello y muchas sorpresas más llegaba servido con la
habitual genialidad de Morrison en los diálogos. Además de Quitely, responsable
de los diseños de los personajes y de episodios clave como el de la visita de
Jean y Emma al cerebro de Xavier, la serie contaba con los dibujos de artistas
como Phil Jimenez, Marc Silvestri o Ethan van Sciver (tan cumplidores como
anodinos), un estupendo Tommy Lee Edwards, un Leinil Yu tan tieso como siempre
o Igor Kordey, todo un descubrimiento.
New X-Men fue nació en una Marvel en verdadera ebullición
creativa en aquellos años, y basta recordar que en esos momentos arrancaban Ultimate
Spider-Man y Alias, de Brian M. Bendis, Joe M. Straczynski sorprendía a
propios y extraños en Amazing Spider-Man, y se avecinaba la irrupción de los Ultimates de Millar y Hitch. Una excelente cosecha. Los tres años de historias mutantes de Morrison, sin el lastre de innecesarios crossovers, siguen siendo a día de hoy una de las etapas de referencia de la franquicia mutante de Marvel. Sí, lo sé, me repito. ¿Y qué? Soy fan de Grant Morrison, que le vamos a hacer...
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